Con un güisqui en su
mano derecha y un puro en la izquierda observa a través de la vieja ventana de
madera de cristales rotos traída hace veinte años de segunda mano para
completar el edificio de adobes, observa desde allí, desde el primer piso, la
vida en el pueblo, los niños flacos y negros jugando al fútbol sobre la roja
arena apisonada de la carretera, han de apartarse para dejar paso al autobús
viejo y desvencijado que tiene la parada junto a la piedra que es el poste
derecho de una de las porterías del imaginario campo de fútbol, solo baja Amila
que ha ido a la ciudad a comprar lo que para su marido va a ser una sorpresa,
una botella de champán francés que tiene pensado poner a enfriar en el pozo del
pueblo, conociendo a su marido lo primero que va a decirle a ella tras la
sorpresa es: ¿con quien te has acostado puta para poder comprarte esta botella
que representa mis ganancias de todo un año?, el autobús se va y Dinko el hijo
de Amila corre hasta alcanzar a su madre, ¿la has comprado mama, la has
comprado?, ¿puedo invitar a Rosa a cenar esta noche?, para que celebre la
Nochebuena con nosotros, vamos mama, ella está sola, aunque las misioneras la
cuidan muy bien ella se siente sola. Rosa fue la segunda persona blanca en
llegar al pueblo si contamos al del puro y el güisqui y exceptuamos a las
misioneras, los padres de Rosa fueron asesinados por los bandidos cuando ella
tenía cuatro años, lleva diez años junto a las misioneras que han cuidado de
ella, el primer blanco en llegar, el del puro y el güisqui, permanece ocioso y
borracho, Rosa, a sus catorce años ayuda a las misioneras a cuidar enfermos.
Vuelve a jugar al fútbol, Dinko, dice Amila, e invita a Rosa. Deja escapar una
bocanada de humo, Dinko se va, no quiere seguir jugando, déjale, no ves que
está tratando de ganarse a Rosa, pretende enamorarla esta noche en la cena de
Nochebuena, va a invitarla, dicen los chicos que siguen jugando al fútbol. El
humo le deja ver a Lolo, Lolo perdió la pierna derecha por culpa de una mina
antipersonal, lleva dos años con una muleta, esperando una prótesis de segunda
mano que nunca llega, pero eso no le impide ser un buen portero, acaba de hacer
una palomita impulsándose con la muleta, deteniendo el balón únicamente con la
mano izquierda, que sería capaz de hacer ese chaval si tuviera las dos piernas,
todos ellos sueñan con irse a Europa a jugar al fútbol, los hay del Madrid, del
Barcelona, del Milán, Eduardo presume de llevar la camiseta de Trezeguet,
camiseta que le regaló su padrino de Turín allá en Italia, se la mandó por
correo, casi todos los niños tienen un padrino, ya sea en Italia, en España, en
Francia, todos reciben de él la miseria de un euro al mes que las misioneras
administran para que sus padres no se lo gasten emborrachándose. En el bar de
Manuel se reúne todo el pueblo los días de partido, los padres entre cervezas
adivinan movimientos tácticos de los centrocampistas para inculcárselos a sus
hijos y que así lleguen a jugar al fútbol en la antigua metrópoli. Chasquea la
lengua, el Chivas está bueno, se bebe todo el vaso, se acaba de beber las
ganancias de un mes del padre de Dinko, Amila está bajando la botella de
champán al pozo comunitario metida en un cubo de plástico, las demás mujeres la
miran y cuchichean, a saber con quien se ha acostado para poder comprar esa
botella, Amila las mira y piensa que en cuanto se descuide se la robarán o
romperán, pero no la sube y la deja en las aguas del pozo, esta noche es
Nochebuena. Dinko vuelve corriendo de la misión, sus desnudos pies levantan una
ligera nube de polvo, la hermana Teresa dejará a Rosa cenar con la familia de
Amila, Dinko pasa de largo por el campo de fútbol, por el Maracaná como les
gusta llamarle a todos los del pueblo, y va corriendo a su casa, mama, mama, la
hermana Teresa va a dejar que Rosa venga a pasar la Nochebuena con nosotros, en
el umbral de la puerta, Lucas, Lucas cuida a la niña, a la hermana menor de
Dinko, Lucas está ido, todo el pueblo sabe que está “tocado del ala”, Lucas
sufre mucho cuando no tiene un neuroléptico que le llegue de Europa, que es
casi siempre, un mes le llega uno, un mes le llega otro, la pastilla que tomó
hace dos semanas era amarilla, él las llama así, por los colores, la azul, la
amarilla, ... A través del humo ve como se acercan las demás mujeres al pozo,
se sirve otro Chivas y las mira, están sacando la botella tirando de la delgada
soga, antes, hace veinte años, cuando él llegó a África, cuando llegó a esta
tierra, el poblado estaba alejado diez kilómetros del pozo, las mujeres tenían
que recorrer esa distancia de ida y vuelta todos los días, la vuelta cargadas
con veinte litros de agua, fueron las misioneras quienes pensaron en acercar el
poblado al pozo pero los ancianos se negaron, ellos no tenían que recorrer
todos los días veinte kilómetros, pero por fin la razón se impuso, el poblado
se desplazó al pozo y dio lugar al pueblo que ahora es, ya han sacado la
botella de champán, es Lucas quien las reprende, eso no es suyo, grita, eso no
es suyo, con los gritos Amila asoma la cabeza por la puerta de su casa hecha de
barro con el tejado de chapa. Aparta el humo con la mano, Amila no les dice
nada, se queda mirándolas, una de ellas se atreve a asustarla, ¿qué crees que
pensará tu marido cuando venga de cuidar las cabras?, pensará que te has acostado
con el del puro y el güisqui, ese que seguro nos está mirando, y se gira hacia
la vieja ventana de madera con los cristales rotos, Amila calla, todas callan
ahora, Lucas también calla, todas excepto una quieren devolver la botella al
pozo, a su dueña, y así lo hacen, Dinko lo ha oído todo, Dinko se dirige cuando
cae la noche a ver al del puro y el güisqui, el del puro y el güisqui le ve
cruzar la calle, le oye empujar la vieja puerta traída cuando la ventana, le
oye subir las escaleras, sabe donde encontrarle, junto a la ventana, observando
la vida del pueblo, oye sus últimos pasos, Dinko ha quedado de pie a tres
zancadas de la ventana, el del güisqui y el puro le da la espalda sentado en su
sillón viejo como todo lo de la casa, Dinko tiene miedo de que su padre se
enfade por lo que pueda oir de Amila, esta noche va a venir Rosa a cenar,
empieza, también estará Lucas, tienes que convencer a mi padre de la verdad, mi
madre lleva todo el año ahorrando para comprar esa botella, se ha abstenido de
tomar cafés cuando ha ido a la ciudad, no se ha comprado ropa, ha zurcido la
que tenía vieja, para ella la Navidad es muy importante, así se lo enseñaron
las misioneras, la hermana Teresa y las otras monjas, tienes que convencer a mi
padre de la verdad, Dinko se acerca ahora al del güisqui y el puro que sigue
callado, mirando a través de la ventana, queda algún chico dando patadas a la
pelota con las últimas luces, Lolo sigue haciendo de portero, por el camino de
la misión llega Rosa con un paquete atado, son dulces que han hecho las monjas
para celebrar la Navidad. El del güisqui y el puro calla, Dinko se aparta
llorando y desanda sus pasos, cruza la calle arrastrando sus pies descalzos, ni
siquiera mira a Rosa, Rosa siente que Dinko no le pida un buñuelo, Rosa piensa
que no es bienvenida, pero entra en la casa de barro con el tejado de chapa,
Amila está llorando con la niña en brazos, Lucas no para de andar de un lado a
otro, Dinko se ha sentado en el rincón más oscuro. El del güisqui y el puro ve
llegar al padre de Dinko a casa, adivina su olor a cabra. ¡Que pasa mujer, que
es Nochebuena!, ¿acaso no te enseñaron
las monjas a celebrar la Navidad?, y ha venido Rosa, y Lucas también pasará
esta noche con nosotros, ¡como no!, Amila deja de llorar, él seca sus últimas
lágrimas con el pulgar acariciándole el rostro, todo el pueblo está pendiente
de la paliza que le van a dar a Amila, Dinko mecánicamente saca la botella del pozo, no está lo
suficiéntemente fría pero no importa, así se la entrega a su padre esperando lo
peor, ¿pero de donde has sacado esto Dinko?, no me digas, Amila, que has estado
ahorrando todo el año para comprar esta botella, ¿por qué llorabas?, ¡Dinko
trae las tazas que vamos a brindar por tu madre!, una sonrisa asoma a todas las
bocas, después del brindis Amila anima a todos a cantar villancicos, todo el
pueblo los oye, todos se felicitan, Feliz Navidad se oye en todas las casas de
barro y chapa, Feliz Navidad se oye en todas las casas del pueblo excepto en la
de el del güisqui y el puro, Dinko en una taza de aluminio abollada lleva un
poco de champán al del puro y el güisqui, que le recibe con los ojos arrasados
de lágrimas, apaga el puro, se levanta con dificultad pues está borracho, Dinko
le lleva de la mano a cenar a su casa, el olor del cabritillo asado le hace
sonreír, recordar tantas felices y lejanas Navidades allá en la antigua
metrópoli, Feliz Navidad, deja escapar de su boca callada tantos años, Feliz
Navidad escucha de todos, mientras el cabritillo termina de asarse el padre de
Dinko le pregunta por la nieve, esa capa blanca que los del pueblo solo han
visto en el televisor del bar de Manuel. Feliz Navidad.
Salvador de Madariaga en su libro "El corazón de piedra verde" ya se refiere a las letras como signos mágicos. Los indios americanos acostumbrados a su alfabeto de signos donde la imagen de un pájaro podía significar volar, al descubrir nuestras letras, las calificaron de signos mágicos. Y bien pensado no son más que signos, y con esos signos creamos palabras, y con esas palabras creamos emociones, sentimientos, evocamos lugares y tiempos. EN VERDAD SON SIGNOS MÁGICOS.
martes, 2 de diciembre de 2014
CUENTO DE NAVIDAD III
CUENTO DE NAVIDAD III
Celedonio
El espíritu Navideño
es una historieta para engañar incautos, todos sabemos que todo lo hace la
pasta. Jesucristo echando a patadas a los mercaderes del templo, si levantara
la cabeza, estoy comiéndome el tarro, dándole vueltas a la cabeza, ¿pero adonde
nos conduce este mundo? Hoy saldré antes del trabajo, hoy saldré antes del bar,
tengo que ir a comprar los juguetes para los críos, en la tienda de la
carretera de Valencia están más baratos. ¡Vaya!, con la iglesia hemos topado,
acaba de entrar un cura de los de antes con su sotana y todo. Llevaba idea de
cerrar, pero como voy a echarle. (Celedonio no es un personaje singular,
cree en Dios y no en el demonio, cree en el Atleti y en Podemos, regenta El
Status Quo, un bar al que se le puede calificar de tasca, Celedonio no es de
las personas que tienen letra menuda, se puede decir de él que tiene el corazón
noble, aunque se enerve cuando el Madrid le gana al Atleti)
Mosen Alberto
Se va acercando la
Navidad y este nuevo tasquero todavía no ha puesto el árbol ni las luces, ni el
nacimiento, Para Carlos, el antiguo dueño del bar estás fechas eran las
mejores, las más felices, todavía me parece ver en esa esquina el Belén, en
figuras de medio metro. Mira su reloj, está impaciente, quiere irse, y ¿si no
me muevo de aquí será capaz de echarme?, ya nadie celebra la Navidad como
antes, cada vez son menos los que pasan a besar al niño, ¿pero adonde nos
conduce este mundo?, sigue mirando su reloj, será mejor que me vaya a dar misa,
ahora soy yo el que miro el reloj, la misa de las diez. (Mosen Alberto carga
contra el mundo moderno y toda su mierda desde el púlpito de la iglesia de S.
Martín, Mosen Alberto lleva en la parroquia desde los veintiséis años, conoce a
las señoras mayores, y también a los bebes que bautiza, a todos los
“medianeros”, como él llama a todos los que quedan por el medio, no los conoce,
bajo esa sotana reluciente de mierda, bajo ese comando de la cruz que lucha
contra el demonio, así le gusta pensar a él en su labor, se esconde un hombre
afectuoso.)
Celedonio
¡Cómo!, todavía no
puedo cerrar, acaba de entrar una meretriz, ha inundado el bar con su perfume,
no sabe andar con tacones, hace poco que ejerce, mira extrañada, ya sé lo que
ve, mejor dicho lo que no ve, los adornos navideños. Acaba de irse el cura y ha
entrado ella buscando un Jesusito en una cuna, buscando tres reyes magos, quizá
un árbol de Navidad, había oído por ahí que las que se dedican a su trabajo son
religiosas, esto parece confirmármelo, creen en un Dios personal, no necesitan
intermediarios, no necesitan de Mosenes Albertos. ( Celedonio no piensa en
echar del bar a la lumi, como reconoce con un pinchazo de dolor, había pensado
en echar del bar al cura de la sotana, se sorprende a él mismo simpatizando más
con la lumi que con el cura, esperará hasta que ella decida irse, no la forzará
a ello con malas caras ni malos gestos.)
Casandra
Será de esos a los
que las Lumis les damos asco, no me mira a la cara mira mi reflejo en el
espejo, detrás de los licores, mi cara le parece un cuadro, aun no he aprendido
a pintarme, aun no he aprendido a andar con estos tacones, para él soy una
meretriz asquerosa, no sabe que todavía no he tenido mi primer cliente, el
primero tendría que ser un amigo, alguien de confianza, para que la primera
experiencia no me traumatizara. (Casandra es tan buena persona como rebelde,
espera aprender a andar con tacones en una semana, no va a pedir a nadie que le
enseñe a pintarse, está equivocada, piensa que su desgracia es para toda la
vida, no ha hecho ningún plan de futuro, ella se ha denunciado y se ha
condenado a ella misma, piensa en Celedonio, en su semblante ahora amable,
piensa en él como en su primer cliente.)
Celedonio
Es una chica joven,
dieciocho años Dios mío, dieciocho años y ya no tiene otra salida que la calle,
detrás de ella tiene que haber toda una historia, toda una tragedia, si ni
siquiera sabe pintarse y andar con esos tacones, estoy seguro de que aun no ha
tenido ningún cliente. ¡La que se puede montar aquí!, acaba de entrar mosen
Alberto. Ella se va. Mosen Alberto me mira. Yo me callo, no le digo: la que se
acaba de ir no es un demonio, es un ángel. (Celedonio piensa, otra vez el cura
por aquí, otra vez no puedo cerrar el bar, a Mosen Alberto no le pone cara
amable, a Mosen Alberto piensa en decirle que tiene que cerrar.)
Mosen Alberto
Parezco parapetado
detrás de este cortado, el demonio anda suelto esta mañana por la ciudad, y yo
he de plantarle cara, al demonio le gusta este bar, en el que no hay ni rastro
del niño Jesús, ni de árbol, ni de muérdago siquiera, ni de Reyes ni de Papa
Noel, ni de luces de colores ni de nada, vuelta a mirar su reloj, ¿qué será lo
que tendrá que hacer?, quizá ir a un hotel con la que acaba de salir. (Mosen
Alberto acaba su misa ha vuelto al Status Quo, su sotana no está reñida
con las nuevas tecnologías, no está reñida con internet, en su sacristía, en su
ordenador portátil, ha buscado Status Quo y ha descubierto que es un grupo de
rock. Mosen Alberto es un hacker que busca y destruye páginas satánicas por
internet.)
Celedonio
Tendré que dejarle
claro a este que si tengo prisa es para comprar los juguetes a mis niños, que
yo no creo en el espíritu Navideño pero no por eso voy a fastidiárselo a ellos,
cuando crezcan ya se darán cuenta ellos mismos, tendré que dejarle claro que no
voy tras ella, que no voy a costarme con ella. Ahí está parapetado detrás de su
cortado, no me había fijado bien en él hasta ahora, la sotana le reluce de
mierda, y un tufillo llega has mi nariz, la lumi olía bien, ahora quiere
presentarse, quiere conocer mi nombre, y darme a conocer el suyo, yo quiero
conocer el de la chica, ¿volverá algún día para decírmelo? Se llama Alberto, y
en efecto el tufillo proviene de él. Mi nombre es Celedonio, soy el dueño del
bar, esa chica es la primera vez que pasa por aquí, no creo que ella sea un
demonio sino un ángel, ¿me equivoco mosen? Que no es un demonio, de acuerdo,
pero tampoco es para que sea un ángel, me dice. ¡Ah!, y no me he acostado con
ella, si quiere saber la verdad creo que todavía no ha tenido ningún cliente,
quizá hubiese salido detrás de ella para evitar lo inevitable si usted no
hubiese entrado en ese momento. ¡¿Pues no me propone que cierre el bar y
vayamos los dos a buscarla?! ¡Que el demonio anda suelto esta mañana! Bueno
pero hemos de sacar una hora para ir a la tienda de juguetes. ¡¿Que como puedo
pensar en los juguetes en un momento trascendental como este, cuando el diablo
espera enfrentarnos cara a cara. He de decirle que la idea del diablo está
desechada, que muchos creemos en Dios pero no creemos en el diablo, en el mundo
moderno todos volvemos los ojos hacia Dios cuando nos interesa y cuando no,
¡no! (Aquí Celedonio piensa haberle puesto las cosas claras a Mosen Alberto, en
el Status Quo no se esconde ningún demonio como parece pensar él, no hay
demonio ni en el Status Quo ni en ningún otro lado, pero le acompañará a buscar
a la lumi.)
Mosen Alberto
A eso se le puede dar
la vuelta hijo mío, los curas somos los médicos del alma y vosotros volvéis los
ojos hacia Dios y hacia nosotros cuando tenéis alguna enfermedad espiritual y
sufrís por ello, por ejemplo la pérdida de un ser querido. ¡¿Que soy un neo
positivista?! Bueno hay que enfrentar la vida cada mañana con alegría. (Mosen
Alberto saca del Status Quo a Celedonio, juntos van a comprar los juguetes de
los hijos del tasquero a la tienda que hay en la carretera de Valencia, es
Mosen Alberto quien compra todo lo necesario para vestir de Navidad el Status
Quo, es Mosen Alberto quien se ofrece a conducir el Volvo de Celedonio, es
Mosen Alberto quien lo conduce de forma deportiva, el tasquero va de sorpresa
en sorpresa.)
Casandra
La puerta está
cerrada, solo son las once de la mañana y ese bruto detrás de mí, si me
encuentra me pegará por negarme, es de los malos, pero ¿qué es esto?, un cura
con sotana corriendo hacia mí, querrá castigarme, querrá que me ponga un
cilicio, voy a quitarme los tacones y a echar a correr. ¡No!, me grita el
camarero del bar, no queremos hacerte daño. Me dice que Mosen Alberto ha
comprado luces y adornos navideños, un árbol y un nacimiento. Me dice que
quiere que les ayude a poner los adornos y las luces, los reyes y el cagane. ¿Qué
es esto?, estoy llorando, voy a estropear el maquillaje, sí, en mi corazón, en
un rincón, estaba mi espíritu navideño. (A Casandra la persigue un cliente al
que ella se ha negado. Poco a poco confía en el camarero del bar, buscará en el
bar seguridad, pero junto con su espíritu navideño persistirá el miedo.)
Celedonio
Dime tu nombre y te
haré reina de un jardín de rosas, ¿conoces la canción?, no, no la conoces. Al
menos se ha detenido, se acerca, ¿se atreverá a entrar?, en el oficio que ha
escogido va a tener que tratar con muchos “malos”, sin duda piensa que soy un
malo, un animal, que por eso no he adornado mi bar con motivos navideños, he de
decirle que solo quiero saber su nombre, y que me ayude a montar el belén, se
acerca temerosa, vuelve a ponerse sus tacones y entra en el bar. Entro tras
ella y cierro la puerta. (Celedonio le entra con una canción de Duncan Dhu, la
que le cantara a su mujer, pero Celedonio no quiere ligar con ella, solo
quiere saber su nombre, solo quiere ayudarla aunque no sabe cómo, no sabe por dónde
empezar, ella se ha vuelto a poner los tacones, en el bar entra la lumi y no la
chica con un nombre, no ha sabido obtener su nombre.)
Casandra
Cierra la puerta, van
abusar de mí, ¡gritaré!, ¡alguien me oirá!, ¡la comisaría está a dos calles!,
¡alguien correrá a avisar a la policía!, pero no, abre la puerta para
tranquilizarme, la deja abierta para que salga corriendo cuando lo necesite, ha
adivinado mis pensamientos, parece decirme, ¿y bien? He de decirle que mi
nombre es Casandra, que soy una lumi ya lo sabe, el cura me mira con ojos
brillantes, sospechosos, parece que quiera cogerme por la cintura y achucharme,
pero se limita a pedirme que le acerque la escalera, el árbol mide dos metros,
las luces son como las de casa de mis padres antes de que murieran, antes de
que el banco me quitara la casa. Casandra tráeme esto, Casandra tráeme lo otro,
me recuerda a mi padre, ¿me pregunto por que estos dos querrán sacarme de la
calle?, ¿por qué es eso lo que quieren, no, Casandra? La verdad es que por la
puerta está entrando un frio de Siberia, solo falta que se eche a nevar, y ya
tienes tu estampa navideña, Casandra. Cerraré la puerta, ¿cómo me ha dicho que
se llama?, Celedonio, vaya un nombre más raro. (Casandra ha transformado su
miedo en alegría, Mosen Alberto le ha recordado a su padre, ha dado su nombre a
Celedonio, ha sido ella misma quien ha cerrado la puerta en señal de confianza,
la confianza que Mosen Alberto le ha dado.)
Celedonio
Ahí están los dos
mano a mano, Mosen Alberto “echando al demonio de mi local”, sí, me lo tomo a
risa pero ahí está Casandra trayendo la Navidad a mi bar, han
hecho buenas migas, hablan, ríen, es Casandra la que quiere poner la estrella.
Yo no creo en el espíritu Navideño, las Navidades felices las hace el dinero,
parece decirme Mosen Alberto que donde hay amor no hace falta buey bien cebado.
Yo no creo en el espíritu navideño pero voy a hacer todo lo posible para que
mis hijos celebren la Navidad, sí, mi Navidad son ellos. Y ahí están los dos
¡felices!, poniendo ahora el belén, es Mosen Alberto el que quiere poner el
cagane, ahora me mira, parece decirme que piense un poco en mí como pienso en
mis hijos. Y yo lo que pienso es invitarles a cenar esta noche a mi casa, que
es Nochebuena. Se alejan del belén, van a ponerse al lado de la traga perras,
hablan cuando no me miran, estos dos están conchabados para devolverme mi
espíritu Navideño. Bueno dejaré que lo intenten, Y SABES QUE, CELEDONIO, ESTOY
DESEANDO QUE LO CONSIGAN. (Es Celedonio quien anuncia a Celedonio la próxima
llegada de su espíritu Navideño, es Celedonio quien imagina a su mesa esta
noche a la lumi y al cura, y es Celedonio quien se preocupa por la reacción de
su mujer cuando llegue a casa con una lumi y un sacerdote. Es Celedonio el que
no sabe que será su mujer quien le inste a que contrate a Casandra como
camarera en el Status Quo, es Celedonio el que no sabe que acostados los niños,
Casandra y su mujer se retirarán a un rincón a emborracharse y confesarse, y
desde el con las copas hacia nosotros, los ojos brillantes, la sonrisa puesta,
nos desearán una FELIZ NAVIDAD.)
FELIZ NAVIDAD
22 DE DICIEMBRE
<< Feliz
Navidad, laralaralala, Feliz Navidad, laralaralala, y aquí estoy poniendo las
luces y los adornos navideños, este año voy con retraso es 22 de Diciembre, y
todo por alquilar el árbol de Navidad, por devolverlo sano pasadas las fiestas,
Feliz Navidad, laralaralala, aquí viene la estrella, este año no he puesto el
belén, me estaré americanizando, en los primeros momentos del año tienen por
costumbre besarse, una buena costumbre ésta de los americanos, no todo iban a
ser guerras …., ha sonado la campanilla avisadora, alguien está entrando, es un
encorbatado con lo que parece un ordenador portátil, se sienta a la mesa del
fondo y saca algo, en efecto es un portátil, no ha dado ni los buenos días, no
ha pedido nada, así deben estar los escritores cuando están escribiendo un
libro, totalmente obsesionados, voy a acercarme para ofrecerle algo y de paso
curiosearé en la pantalla de su ordenador, Feliz Navidad laralaralala >>
– ¿Puedo ofrecerle algo?
– Sí, un cortado por favor.
<< ¡Hum!, ha
ocultado la pantalla del ordenador, no ha querido que la viese, eso quiere
decir que está escribiendo sobre mi bar, voy a servirle el mejor cortado que
haya tomado en su vida, así hablará bien de mi establecimiento en su libro,
Feliz Navidad, laralaralala.>>
<< Se ha dado
cuenta de que pretendo escribir sobre su local, es listo el cafetero, ¿pero que
hace entreteniéndose con las luces navideñas antes de traerme el cortado?,
acaso no sabe que puedo hablar mal de su local, ahora parece haberse dado
cuenta de mi irritación, aquí viene con el cortado, lo sirve y se aleja, ni una
pregunta sobre mi trabajo, sobre lo que hay en mi ordenador, sobre lo que hay
en mi cabeza, ¡hum!, el cortado está buenísimo, como que es el mejor que he
probado nunca.>>
<< Como saborea
el cortado, le ha gustado, suena la campanilla, tenemos visita, ¡oh, no!, es
Julián el mendigo que suele pedir en la puerta del convento, eso a mis ojos le
convierte en un infeliz, ¡puag!, su olor le precede, el muy cabezón no quiere
pasarse por el local social para ducharse y recoger ropa nueva, hará más de un
año que no se ducha>>
– Julián, venga, tómese un vino gratis y
márchese de aquí.
– ¡No, Julián, quédese!, deseo hablar
con usted. Pida lo que quiera, yo le invito.
– Pues ya has oído a tu cliente
encorbatado, vas a tener que aguantarme, pienso pedir que me hagas esos
garbanzos con callos de los que tanto presumes, pienso quedarme a comer aquí.
<< Por ahora
sólo le sirvo el vino, se lo bebe de un trago y me sonríe con su desastrosa
dentadura, esa es su forma de pedir la botella entera, pues voy a servirle mi
mejor vino, ¡que lo pague el encorbatado! El encorbatado quiere que se quede porque
así puede escribir sobre él, maldita sea tendré que portarme bien con el
maloliente Julián sino yo seré el malo en su novela, ¡vah!, voy seguir con las
luces, Feliz Navidad, laralaralala, Feliz Navidad, laralaralala.>>
<< Ha
renunciado a su derecho de admisión, ha permitido que el indigente permaneciese
en el bar, ¡no quiere ser el malo en mi novela!, allí está canturreando algo
navideño, luego tendrá que cocinar esos callos, creo que me apuntaré a esa
comida.>>
<< ¿Por qué
demonios me habrá invitado el encorbatado?, a lo peor quiere mis órganos, mis
riñones, a lo mejor es espíritu navideño, ese en el que unos creen y otros
creen que es para engañar incautos, la vida a mi me ha apuntado a la segunda
opción, es para engañar incautos. No, no creo que ansíe mis órganos, el
encorbatado, está escribiendo en su ordenador, tal vez lo que quiera sea mi
historia, ¡pues se la voy a regalar! >>
<< ¡Hum!, se
han sentado los dos a la misma mesa, seguro que le está sacando todo para luego
escribir sobre él, quizá gane un premio literario a su costa, quizá Julián sólo
le cuente mentiras, ya está, se acabo de poner luces por este año, Feliz
Navidad, laralaralala ...>>
<< Increíble su
historia, increíble lo que me ha contado, si lo estiro, si lo desarrollo da
para el argumento de una buena novela, pues no me ha dicho que fue “madero”,
que tenía problemas con su mujer, que su última misión era vigilar la entrada y
salida de un piso donde unos traficantes se habían establecido, que vigilaba
esa entrada disfrazado de mendigo, pidiendo dinero a unos metros de la puerta,
pues no me ha contado que empezó a desaliñarse para representar su papel, que
el mendigo le absorbía, en casa no tenía palabras para su mujer, todo eran
largos y duros silencios, que su mujer le abandonó y él dejó la policía y se
convirtió de verdad en un mendigo, y desde entonces hasta hoy. Quiero escribir
una novela sobre Julián, sí. Pero también voy a hacer todo lo que pueda para
integrarle en la sociedad, y para ello voy a contar con la ayuda del cafetero,
quizás en mi novela el cafetero sea quien acaba con el mendigo y recupera a
Julián como ciudadano.>>
<< Quiere
convertirme en el bueno de su novela, vaya vida la de Julián, el bueno de su
novela debe serlo él, ¡Julián!, ya le he dicho que he decidido que no quiero
salir en su libro, que tampoco quiero que mi bar salga en él, que le ponga otro
nombre, que lo sitúe en otra calle, en otra ciudad. Bueno, voy a hacer esos
callos y luego nos sentaremos los tres a comer, Julián vuelve a sonreír, quiere
otra botella, está borracho, lo que voy a servirle es un café. A ver como
integramos a éste en la sociedad, si no quiere ducharse ni cambiarse de ropa,
sólo quiere calimocho para emborracharse.>>
<< Pero que se
habrá creído, pues no me ha servido un café, sabía perfectamente que lo que yo
quería era vino, ¿quiere mantenerme sobrio o es que es un tacaño y no quiere
gastar su vino conmigo?, pero si el escritor lo va a pagar todo, claro que por
otro lado la historia que le he contado algún valor debe tener. Esta pareja de
escritor y cafetero quieren recuperarme para la sociedad los veo venir, ¡pues
Julián se lo va a poner difícil!, Julián no es un trastornado, Julián está
cuerdo, fue Julián quien decidió ser un mendigo, avivados por estas fechas
donde “todos somos mejores” quieren ayudarme a volver a esa sociedad que yo
decidí dejar, alentados por su espíritu navideño quieren ayudarme, yo no creo
en el espíritu navideño, es para engañar incautos, no lograrán recuperarme para
esa sociedad, su espíritu es un engaña chiflas.>>
<< Aquí viene
el cafetero con la sopera humeante, no sé cómo se llama, me dice que Pedro,
ahora querrá saber mi nombre. No, que tiene la desfachatez de no
preguntármelo.>>
<< ¡Yo sé como
se llama el encorbatado!, ahora lo recuerdo, antes siempre pasaba por delante
de esa librería, allí estaba su último libro cuyo título no recuerdo, pero sí
recuerdo su nombre, ¡Fabián!>>
<< Pues si que
les gustan mis callos, parece que no hablen para no perder bocado. Voy a ir por
otra botella de vino, pienso emborrachar a Julián, pienso mirar dentro de él,
en su parte vulnerable, sólo así seremos capaces de convencerle para que vuelva
a integrarse.>>
<< Este
silencio es oneroso, es pesado, es insoportable, Pedro va por otra botella de
vino, Julián me mira cabeceando, asintiendo algo, parece estar pensando que me
reconoce. Habrá visto mi imagen en el escaparate de alguna librería, sin
embargo estoy seguro de que sigue sin importarle que yo venda muchos libros a
costa de narrar su vida, ¿acaso no sería el primer paso para integrarle darle
un cincuenta por ciento del dinero que yo obtenga con las ventas? Pues si que
tarda esa botella. Me disculparé, me iré a trabajar con el ordenador, seguro
que lo entienden, saben que soy escritor y tengo que escribir cuando de mi
inconsciente brotan palabras, ideas, frases. Julián, amigo de sus amigos, entre
cañas, después de su trabajo, recibe las bromas del más cabrón de ellos. Vas a
tener que dejar de ducharte para hacer creíble que seas un mendigo. Lo haré.
Las risas estallan, las palmadas en la espalda le animan, todos quisieran estar
en su lugar, vigilar a esos mafiosos a la puerta del piso que han alquilado
disfrazados de mendigo. Todo el buen rollo que hay entre sus compañeros no lo
hay en su casa, su mujer y él cada día se distancian más. Te importa más tu
trabajo que tu mujer. Y Julián dolorosamente tiene que reconocerlo. Ambos
deciden darse otra oportunidad. El mendigo llega en el peor momento, el mendigo
absorbe a Julián, Julián descuida su higiene, viste ropa sucia. El mendigo tira
para un lado su mujer hacia otro. En casa los silencios son comunes, las
miradas esquivas, el mendigo ha echado por tierra la segunda oportunidad que se
han dado. Y un día cuando Julián vuelve a casa la encuentra vacía. Maldito
mendigo, malditos traficantes. Se ducha mientras llora, luego se pone ropa
limpia. No tiene ni idea de dónde ha ido su mujer, mañana por la mañana le
espera el trabajo, vuelca un contenedor de basura y se revuelca en su
contenido, otra vez a la entrada de ese piso franco, otra vez sucio, el dolor
le oprime el pecho, la ambulancia se lo lleva al hospital, Julián abandona su
trabajo por depresión. Y desde entonces hasta ahora ha sido un mendigo
ejemplar, su dentadura se ha destruido con los años, por el contrario su mente
ha seguido lucida, él sabe lo que es, como lo es, y porque lo es. Es el mendigo
más conocido de la ciudad, y lo sentimos por sus fans (las monjas del convento
de San Ambrosio), pero va a dejar de serlo. Vamos a ahuyentar al mendigo de la
mente de Julián, voy a escribir un libro sobre su vida, el cincuenta por ciento
de mis beneficios será para él.
¡Hum!, lo mejoraré y
lo llevaré en persona a Tribuna. José, su director, me ha ofrecido otras veces
escribir una columna para el periódico y yo la he rechazado, ha llegado la hora
de escribir para el periódico. Ha llegado la hora de rescatar a Julián. Dudo
que acepten estás malas letras en el periódico pero lo intentaré, lo intentaré
por Julián. Pedro ha vuelto a la mesa con la botella de vino, pretende
emborracharle, debo impedirlo, borracho no podrá leer las malas letras que voy
a intentar se publiquen en el periódico, quiero que Julián las lea antes. Vaya
no hace falta llamarle se acerca tambaleándose con la copa llena en la mano.
Pues no me dice el tío cabreado que tiene derecho a leer lo que escribo.
Adelante lee.>>
<< Tengo que
contenerme, no pueden ver lágrimas en mis ojos, no lloré cuando me dejó mi
mujer y no voy a llorar ahora, pues no quiere publicar eso en ese periódico,
pues no quiere darme la mitad de sus ganancias, enciende un cigarrillo como si
nada, como si lo que aquí pone no diera un vuelco a mi vida, y el otro me mira
y me saluda con la copa, me voy es lo mejor, cruzaré esa puerta para no volver
a entrar nunca más, ¡es el mendigo el que gana!>>
<< Pedro le
sigue con la mirada, hace un amago de cortarle el paso, me mira y le deja ir,
yo sé donde va, y sé que volverá, ¡hum!, hasta entonces echaré una partida de
ajedrez con el ordenador, Pedro está quitando la mesa y yo no he comido, ¡hum!,
pretende hacerme el jaque pastor, pediré un bocadillo, anda se ha adelantado a
mis deseos, ahí me trae uno de calamares, ¡quiere cambiar la reina!, pues no.
Ahí está, sabía que volvería, Pedro le mira con la boca abierta para luego
mirarme a mí, se ha duchado, se ha mudado de ropa y trae con él dos paquetes,
¡dos regalos!, uno para Pedro y otro para mí, es un libro, Grandes Esperanzas
de Dickens, Pedro me muestra su regalo, un disco. Ahora Julián reclama nuestra
atención, se sube a la mesa, y dice Feliz Navidad.>> Feliz Navidad.
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